-Se
pueden dar muchas definiciones inofensivas de la filosofía: conocerse a sí mismo,
asombrarse, reflexionar, conducir adecuadamente el propio pensamiento... Son
inofensivas porque son vagas: apenas constituyen una ocupación definida. Nosotros
definimos la filosofía como creación de conceptos. Esto nos obliga a mostrar
que la ciencia no procede mediante conceptos sino mediante funciones. La
filosofía no obtiene de ello privilegio alguno: un concepto no es superior a
una función.
-Les
planteaba esta pregunta porque ustedes confrontan la filosofía con el arte y
con la ciencia, pero no con las ciencias humanas. Por ejemplo, apenas se trata
de historia en su libro.
-Hablamos
mucho de la historia. Pero el devenir se distingue de la historia. Hay todo
tipo de correlaciones y remisiones entre ambos: el devenir nace en la historia y
desemboca en ella, pero no se reduce a ella. El devenir, y no la eternidad, es lo
contrario de la historia. La historia considera ciertas funciones según las
cuales se efectúa un acontecimiento, pero el acontecimiento en cuanto tal
sobrepasa su efectuación, es el devenir como sustancia del concepto. El devenir
es siempre objeto de la filosofía.
-Al
elaborar su definición de la filosofía como creación de conceptos, atacan en
especial la idea de que la filosofía sea o deba ser "comunicación".
Se tiene la impresión de que los últimos libros de Jürgen Habermas y su teoría
de la "acción comunicativa" son uno de sus principales objetivos.
-No,
no atacamos a Habermas ni a nadie en particular. Habermas no es el único que
quiere concebir la filosofía como comunicación. Una especie de moral de la
comunicación. La filosofía se pensó al principio como contemplación, y esto dio
lugar a obras espléndidas, como por ejemplo la de Plotino. Luego se pensó como reflexión,
con Kant. Pero, precisamente, en ambos casos hacía falta, desde el principio, crear
un concepto de contemplación o de reflexión. No estamos seguros de que la
comunicación, por su parte, haya encontrado un buen concepto, es decir, un
concepto realmente crítico. Ni el "consenso" ni las "reglas de
la conversación democrática" al estilo de Rorty bastan para formar un
concepto.
-Contra
esta idea de la comunicación, de la filosofía como "diálogo", ustedes
proponen la "imagen del pensamiento", que se integra en un marco
mucho más general. Es lo que ustedes llaman "geofilosofia" Este
capítulo es central en su libro. Es a la vez una filosofía política y casi una
filosofía de la naturaleza.
-Hay
muchas razones para que la filosofía nazca en las ciudades griegas y continúe en
las sociedades capitalistas occidentales. Pero son razones contingentes, el principio
de razón es un principio de razón contingente, no necesaria. Por ello, las formaciones
son focos de inmanencia, se presentan como sociedades de "amigos" "(competición,
rivalidad) e implican una promoción de la opinión. Ahora bien, estos tres
rasgos fundamentales definen únicamente las condiciones históricas de la filosofía;
la filosofía como devenir está en relación con ellas pero no se reduce a ellas,
es de otra naturaleza. No deja de cuestionar sus propias condiciones. La gran importancia
de estas cuestiones de geofilosofía reside en que el pensar no se atiene nunca
a las categorías del objeto y el sujeto, sino que tiene lugar en una relación variable
con el territorio y la tierra.
-En
esta "geofilosofía" apelan ustedes al filósofo
"revolucionario" y a la necesidad de "revoluciones". Lo que
proponen es casi un manifiesto político. Y ello puede parecer paradójico en el
contexto actual.
-La
situación actual es muy confusa. Se tiende a confundir la conquista de las libertades
con la conversión al capitalismo. Es dudoso que las alegrías del capitalismo basten
para liberar a los pueblos. Se celebra el fracaso sangrante del socialismo, pero
no da la impresión de que se considere un fracaso el estado del mercado mundial
capitalista, con las no menos sangrantes desigualdades que lo condicionan, las poblaciones
excluidas del mercado, etcétera. La "revolución" americana fracasó hace
mucho tiempo, antes que la soviética. Las situaciones y tentativas
revolucionarias son engendradas por el propio capitalismo, y no corren peligro
de desaparecer, desgraciadamente. La filosofía sigue vinculada a un devenir
revolucionario que no se confunde con la historia de las revoluciones.
-Me
ha sorprendido una cosa de su libro: el filósofo, dicen ustedes, no discute. Su
actitud creadora no puede ser más que solitaria. Significa una gran ruptura con
todas las representaciones tradicionales. ¿Piensan ustedes que no debe discutir
tampoco con sus lectores, con sus amigos?
-Ya es bastante difícil comprender lo que
dice uno solo. Discutir es un ejercicio narcisístico en el cual cada uno se
pavonea por turnos: enseguida, ya no se sabe de qué se habla. Lo difícil es
determinar el problema al cual responde tal o cual proposición. Ahora bien, si
se comprende el problema que alguien plantea, no hay necesidad alguna de
discutir con él: o bien se plantea el mismo problema, o bien se plantea otro y
lo que se necesita es avanzar por cuenta propia. ¿Cómo discutir si no se tiene
un fondo común de problemas? Y ¿por qué hacerlo si ya se tiene ese fondo?
Tenemos siempre las soluciones que nos merecemos de acuerdo con los problemas
que planteamos. Las discusiones suponen mucho tiempo perdido en problemas indeterminados.
Otra cosa son las conversaciones. Hay que conversar. Pero hasta la conversación
más breve es un ejercicio altamente esquizofrénico, que tiene lugar entre
individuos que comparten un fondo común y gran inclinación a las elipsis y los
atajos. La conversación tiene que ver con un reposo interrumpido por largos
silencios, puede dar ideas. Pero la discusión no forma parte, en ningún
sentido, del trabajo filosófico. Nos aterroriza a la fórmula "Discutamos
un poco".
-¿Cuáles
son, a su modo de ver, los conceptos creados por los filósofos del siglo XX?
-Cuando Bergson habla de la
"duración", emplea esta palabra insólita porque no quiere que se
confunda con el devenir. Crea un nuevo concepto. E igual sucede con la memoria,
determinada como coexistencia de capas de pasado. O con el impulso vital como
concepto de la diferenciación. Heidegger creó un nuevo concepto de Ser, con un
doble componente de ocultación y desvelamiento. A veces un concepto reclama una
palabra extraña, con etimologías casi enloquecidas, y otras una palabra vulgar,
pero en la que resuenan armónicos muy lejanos. Cuando Derrida escribe "différance"
con a lo hace, evidentemente, para proponer un nuevo concepto de
diferencia. En La arqueología del saber, Foucault crea un concepto de enunciado
que no se confunde con los de frase, proposición, acto de habla, etcétera. El primer
carácter del concepto es que opera una captación inédita de las cosas.
-Y,
en cuanto a ustedes, ¿qué conceptos piensan que han creado?
-El ritornelo, por ejemplo. Hemos forjado un
concepto de ritornelo en filosofía.
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