sábado, octubre 01, 2011

Curso del (26/03/73) Arqueología de los flujos


Dualismo, monismo y multiplicidades

En la "Arqueología", Foucault ha dicho cosas muy profundas sobre los enunciados y que conciernen a muchos dominios a la vez, aún si no lo son al mismo tiempo. Tomo dos ejemplos muy vagos: hay un momento, en la ciudad griega, en que surgen enunciados de un nuevo tipo y esos nuevos enunciados surgen en relaciones temporales asignables, en muchos dominios. Pueden ser los enunciados concernientes al amor, al matrimonio, a la guerra, se siente que hay una especie de parentesco, de comunidad entre los enunciados. Vemos que los pensadores se esfuerzan en dar explicaciones de como sucede que en dominios diversos, los enunciados que surgen tienen un aire de parentesco. En Grecia, por ejemplo, hay, en el momento de la llamada reforma "hoplítica", surgen enunciados de nuevo tipo en lo que concierne a la guerra y la estrategia, pero también nuevos enunciados en lo concerniente al matrimonio, la política. Decimos que todo eso tiene relación. Hay gente que dice que, por ejemplo, hay un sistema de analogías o un sistema de homologías y que, quizá, todos esos enunciados remiten a una estructura común. Se los llama estructuralistas... hay otros que dirán que esas producciones de enunciados dependen de un cierto dominio determinante con relación a los otros, y a estos, por ejemplo, se los llamará marxistas...

Tal vez conviene buscar otra cosa.

Hay un libro en el que se aprenden muchas cosas, "La vida sexual en la China antigua". Ese libro muestra muy bien que son indiscernibles los manuales de amor y lo de estrategia militar, y que los nuevos enunciados de estrategia militar y los enunciados amorosos nuevos se producen al mismo tiempo. ¿Es raro? Entonces me digo: ¿cómo salir, a la vez, de una visión estructuralista que busca las correspondencias, las analogías, las homologías, y una visión marxista que busca los determinantes? Veo una posible hipótesis, pero ella es muy confusa... ¡Esta bien! Consistiría en decir, en un momento dado, -por razones que, seguramente, están por determinar- sucede como si un espacio social fuese cubierto por lo que se podría llamar una máquina abstracta. A esta máquina abstracta no cualificada habría que darle un nombre, un nombre que marcaría su ausencia de cualificación, para que todo devenga claro. Podríamos llamarla -al mismo tiempo esa máquina abstracta estaría en ruptura con la máquina abstracta de las épocas precedentes-, en otros términos, ella sería siempre de punta, recibiría entonces el nombre de punta maquínica. Sería la punta maquínica de un grupo o de una colectividad dada, indicaría en un grupo y en un momento dado, el máximo de desterritorialización, de golpe y al mismo tiempo, su potencia de innovación es un poco abstracta para el momento, es como en álgebra. Esta máquina abstracta es quien, en condiciones aún por determinar, es esta punta maquínica de desterritorialización que se reterritorializaría en tal o cual máquina militar, máquina amorosa, productora de nuevos enunciados. Es una posible hipótesis.

Tengo la impresión de que en Leroi-Ghourhan, hay cosas que podrían servir, habría que ver como funciona. Esta punta maquínica indicaría una especie de velocidad de desterritorialización. Hay un sistema de índices bajo los cuales se hacen las reterritorializaciones en máquinas cualificadas, máquinas de guerra, máquinas de amor, máquinas de matrimonio.

Rijik: ¿Son tus encadenamientos que se retoman en redes?

Deleuze: ¡Ah no! Es otra cosa, como usted lo siente, no es en este punto nuestra hipótesis de fondo, en el problema de, ¿de dónde vienen los enunciados?, ¿con quién relacionar una producción? La respuesta subyacente consistiría en responder: no hay enunciados individuales, y entre las múltiples trampas del psicoanálisis, que es hereditario de un pensamiento que se puede llamar un pensamiento occidental, es que nos persuade de que hay enunciados individuales. Y finalmente, la forma o la lógica de los enunciados individuales ha sido fijada por el cogito. Ha sido fijada por el cogito que comprende la producción de enunciados a partir del sujeto y a partir de un sujeto. El cogito quiere decir que todo enunciado es la producción de un sujeto. Eso es lo que quiere decir en primera instancia, y secundariamente quiere decir: todo enunciado separa al sujeto que lo produce. Lacan es el último cartesiano. Entonces todo enunciado remite a un sujeto, y todo enunciado separa, corta, separa al sujeto que lo produce, son las proposiciones que se encadenan naturalmente porque, si es verdad que un enunciado es producido por un sujeto, ese sujeto por eso mismo va como a dividirse en sujeto de enunciación y sujeto del enunciado, en eso consiste el modo literal del cogito.

El modo del cogito es, ustedes lo recuerdan, es: puedo decir "pienso luego soy", no puedo decir "camino entonces soy". Descartes se explica sobre esto en sus respuestas a las objeciones en una de esas raras páginas cómicas de Descartes, donde alguien le ha objetado: "¿Por qué usted no dice camino luego soy?" y él dice que eso no se puede. Y vuelve a decir "yo camino" es un sujeto del enunciado, mientras que "yo pienso" es el sujeto de la enunciación. Entonces, puede ser que yo no camine, pero hay una cosa de la que estoy seguro y es que pienso caminar. En otros términos: el sujeto no puede producir un enunciado sin estar por eso mismo escindido por el enunciado en un sujeto de la enunciación y un sujeto del enunciado. Eso introduce toda la metafísica del sujeto en el psicoanálisis. Si miramos de cerca el cogito...

Pregunta: pero, ¿hay alteridad en Descartes?

Deleuze: ¿Qué es lo que necesita? ¡El dualismo! Hay dualismo a nivel del pensamiento y del objeto pensado. Hay dualismo a nivel del alma y del cuerpo, hay todo el dualismo que ustedes quieran. Y si nos preguntamos cuál es la fuente de todos los dualismos cartesianos, está en esta escisión interior al sujeto, entre los sujetos del enunciado que no permiten cerrarla, y un sujeto de enunciación que es sustraído a la duda: "yo pienso".

En toda la serie de dualismos cartesianos, alma-cuerpo, pensamiento-extenso, enunciado-enunciación, lo único notable y la única pregunta es que ese no es el último aspecto, la dualidad de los sujetos del enunciado y de los sujetos de la enunciación, una vez más sujetos de enunciado del tipo "yo camino", "yo respiro", "yo imagino", sujetos de enunciación "yo pienso", ¿no es esta dualidad la que va a habitar todos los dualismos de la reflexión y todos los otros dualismos de las sustancias, los cuerpos, etc.?

Lo retomo, pienso en el texto en el que Descartes dice: puede ser -veo el unicornio, imagino el unicornio-, puede ser que el unicornio no exista, puede ser que la proposición, que el enunciado "veo un unicornio" sea falsa, pero al contrario, es verdad que yo pienso ver un unicornio, a este nivel se produce una especie de desenvolvimiento de un sujeto de enunciación y por ahí, todos los sujetos de enunciados posibles. De donde el nos dirá: no puedo decir "yo camino entonces soy", pues solo puedo concluir un sujeto del enunciado en un ser de la enunciación, o en el ser de un sujeto de la enunciación, pero puedo decir "pienso luego soy", porque puedo concluir de un sujeto de enunciación en el ser de ese sujeto.

Ahora bien todos los dualismos de Descartes, aún pasión y acción, dependen directamente de esta operación del cogito que ha consistido en relacionar los enunciados a un sujeto de la enunciación, que desde entonces, va a dividir al sujeto en dos: sujeto del enunciado, sujeto de la enunciación, lo que se encontrará, por ejemplo, al nivel cartesiano en sujeto del enunciado que remite finalmente a la unión del alma y del cuerpo, y sujeto de la enunciación que remite a la substancia pensante. Cuando digo que, de cierta manera, el psicoanálisis, es la última herencia del cartesianismo, es porque, todavía frente al cogito, es muy curioso hasta que punto es un aparato edípico, un aparato edípico sublime. Puede muy bien que yo, como ser viviente, haya sido hecho por mi padre y por mi madre, pero el hecho de que piense, eso no se explica por mi padre o por mi madre, ¿por qué se explica? Si se considera el cogito como una máquina, vemos tres grandes momentos: la duda -que es típicamente una especie de máquina paranoica-, el Dios no embustero es una máquina descarrilada (?), y el "pienso" que es una máquina célibe. Esa es la especie de edipo del pensamiento puro. Los edipos, los hay por todas partes, no son solamente familiares, hay edipos científicos, y el edipo filosófico, es el cogito, es la máquina edípica a nivel del pensamiento. Es lo que se llama el dualismo. El dualismo es lo que impide el pensamiento. El dualismo, siempre, va a negar la esencia del pensamiento, a saber que el pensamiento sea proceso. Y la fuente del dualismo, me parece, es esa especie de reducción, de aplastamiento de todos los enunciados del pensamiento, precisamente por este aparato especulativo edípico en el que enuncia, de una parte que esta relacionado al sujeto, a un sujeto, y de otra parte, y al mismo tiempo, el sujeto es dividido en sujeto de enunciado y sujeto de enunciación. En esta perspectiva repensamos el sujeto.
No hay más que una forma de pensamiento, son la misma cosa: no se puede pensar más que de manera monista o pluralista. El único enemigo es dos. El monismo y el pluralismo son la misma cosa porque, de cierta manera, me parece que toda oposición, aún todas las posibilidades de oposiciones entre lo uno y lo múltiple... son la fuente del dualismo, es precisamente la oposición entre algo que puede ser afirmado como uno, y algo que puede ser afirmado como múltiple, y más precisamente lo que lo señala como uno es precisamente el sujeto de la enunciación, y lo que lo señala como múltiple es siempre el sujeto del enunciado...

Para hacer la supresión de la oposición de lo uno y de lo múltiple, lo hemos visto la última vez, se hace a partir del momento en que uno y múltiple dejan de ser adjetivos para dar lugar al sustantivo: solo hay multiplicidades. Es decir, cuando el sustantivo multiplicidades toma el lugar de lo uno, de lo múltiple y de su **** y en ese momento, uno y múltiple pierden absolutamente todo sentido, al mismo tiempo que el sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado. Hay multiplicidades, lo que implica evidentemente una teoría y una práctica de las multiplicidades. Cuando abandonamos el dominio de las multiplicidades volvemos a caer en los dualismos, v.g. en el dominio del no-pensamiento, abandonamos el campo del pensamiento como proceso. Ahora bien, para mostrar hasta que punto las cosas se estropean, pienso siempre en esta historia del deseo. Lo que he dicho desde el comienzo, es volver a decir que pensar y desear son la misma cosa. La mejor manera de no ver o de rechazar el que el deseo sea pensamiento, sea posición de deseo en el pensamiento, sea verdaderamente proceso, es evidentemente ligar el deseo a la carencia, se está por completo en el campo, o se asumen las bases del dualismo. Pero quisiera decir hoy, que hay dos maneras más solapadas de volver a introducir la carencia en el deseo, y el Otro, y el dualismo. Ahí, el pensamiento llamado occidental, se ha hecho una cierta concepción completamente asqueante de la relación entre el deseo y el placer.

La primera maldición del deseo, la primera maldición que pesa como una maldición cristiana, que pesa sobre el deseo y que se remonta a los griegos, es que el deseo es carencia. La segunda maldición es: el deseo será satisfecho por el placer, o estará en una relación enunciable con el goce. Seguramente, se nos explicará que no es la misma cosa. Hay al menos un extraño circuito Deseo-Placer-Goce. Y todo esto, una vez más, es una manera de maldecir y liquidar al deseo.

La idea de placer es una idea completamente asquerosa -hay que ver los textos de Freud al nivel deseo-placer, donde nos dice que el deseo es ante todo una tensión desagradable. Hay uno o dos textos donde Freud dice que, despues de todo, hay tensiones agradables, pero no va muy lejos. A grosso modo, el deseo es vivido como una tensión completamente desagradable que, necesita, palabra horrible, horrorosa, para salir completamente, pues ese asunto es malo, es necesaria una descarga. Y esa descarga es el placer. La gente tendrá paz, y después, el deseo renace, y habría una nueva descarga. Los tipos de concepciones que, en términos eruditos, llamamos hedonistas, a saber la búsqueda del placer, y los tipos de concepciones místicas que maldicen el deseo, en virtud de que está fundamentalmente en la carencia, yo quisiera que ustedes sientan hasta donde, de todas maneras, ellos consideran el deseo como la única cosa que nos despierta, y que nos despierta de la manera más desagradable, es decir, sea poniéndonos en relación con una carencia fundamental que puede ser entonces apaciguada con una especie de actividad de descarga, y después tendríamos la paz, y después recomenzará... Cuando se introduce la noción de goce -ven que estoy intentando hacer un círculo, muy confuso, un círculo piadoso, un círculo religioso de la teoría del deseo- vemos hasta que punto el psicoanálisis está impregnado de ella, hasta que punto la piedad psicoanalítica es inmensa. Ese círculo, uno de sus segmentos es el deseo-carencia, otro segmento es el placer-descarga, y, una vez más, eso está completamente ligado. Y me digo de golpe: ¿qué es lo que no va con Reich? Hay dos grandes errores en Reich: el primer error es el dualismo, entonces cambia de lado, es el dualismo entre dos economías, entre la economía política y la economía libidinal. Si se hable del dualismo entre dos economías, se podría siempre prometer hacer el empalme, el empalme nunca se hará. Y este error del dualismo repercute a otro nivel: el deseo está también pensado como falta y entonces el placer es pensado todavía como unidad de medida. Y Reich le ha dado a la palabra placer una palabra más fuerte y más violenta, lo llama orgasmo, y precisamente toda su concepción del orgasmo, que intentará volver contra Freud, consiste en plantear hasta el límite que el deseo como tal está ligado completamente a la carencia, que si no se llega a obtener la descarga que lo apacigua, va a producirse lo que Reich llama los estasis. El deseo está fundamentalmente relacionado al orgasmo, y para que se relacione el deseo al placer o al orgasmo, es necesario que se lo relacione con la carencia. Es exactamente la misma cosa. Una de las proposiciones es la inversa de la otra.

Añadamos el tercer arco del círculo: deseo-carencia, siempre es el deseo quien está dirigido sobre la trascendencia. En efecto, si el deseo carece de algo, es como intencionalidad de eso de lo que carece, se define en función de una trascendencia de la misma manera que es medido en función de una unidad que no es la suya y que sería el placer o el orgasmo que le aseguran su descarga. Y, para cerrar ese círculo del que, por el momento, no tenemos más que dos arcos -evidentemente, el tema que consiste en establecer una distinción entre gozo y placer es muy útil. Eso es lo que hará funcionar el todo. Pienso en una distinción cara a Lacan, pero no la conozco, la distinción entre gozo y placer. Retengo lo que Barthes dice en su último libro: "El placer del texto", donde explica un poco. Distingue textos de placer y textos de gozo. Del sujeto del texto del placer dice: "aquel que satisface, colma, el dato de la euforia. Aquel que viene de la cultura, no rompe con ella, está ligado a una práctica confortable de la lectura."; texto del gozo: "aquel que pone en estado de perdida, que no conforta, hace vacilar las axisas culturales, históricas, psicológicas del lector, el conocimiento de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos..." "Ahora bien, es un sujeto anacrónico, aquel que mantiene los dos textos en su campo y en su mano las riendas del placer y del gozo, pues participa al mismo tiempo y contradictoriamente del hedonismo profundo de toda cultura y de la destrucción de esta cultura. Goza de la consistencia de su yo, ese es su placer, y busca su perdida, la perdida de su yo. Ese es su gozo, es un sujeto dos veces dividido, dos veces perverso".

Formidable, encontramos la dualidad del sujeto del enunciado capaz de placer, y del sujeto de la enunciación digno de un gozo. Simplemente, como el sujeto del enunciado no se eleva nunca hasta el sujeto de la enunciación, porque el sujeto de la enunciación finalmente es el gran significante, es un hecho que el gozo es imposible. Eso quiere decir que el gozo, como lo explica Barthes, está en relación fundamental con la muerte, entonces podemos envolver nuestro círculo: deseo-carencia, deseo-placer u orgasmo, deseo-gozo.

Afortunadamente, en un texto más claro, Barthes dirá: "el placer no es un pequeño gozo, ¿el gozo es un placer extremo? No. Uno no es más fuerte que el otro, o menos fuerte, sino que difieren en naturaleza. Si decimos que el deseo y el gozo son fuerzas paralelas, que no pueden encontrarse y que entre ellas hay más que un combate, una incomunicación, entonces es necesario pensar que la historia, nuestra historia no es apacible, ni inteligente, que el texto de gozo surge siempre como un escandalo, un mal funcionamiento, que siempre es el trazo de un corte, de una afirmación, podemos llegar..." ¿Qué pasa?

Pienso en ese libro sobre la vida sexual en la China antigua. Nos cuenta una historia rara, finalmente son los Chinos: en el taoísmo, eso varia con el curso de los años, de todas maneras, el lector es golpeado por eso que es la gloria del hombre, las mujeres... pero eso no es lo que lo diferencia con el pensamiento occidental porque, del lado del pensamiento occidental, es mas duro. La diferencia esta por todas partes.

Lo diferente es la manera como el deseo es vivido, una manera totalmente diferente: no se lo relaciona con ninguna trascendencia, no esta relacionado con ninguna carencia, ni medido por ningún placer y no es trascendido por ningún goce, bajo la forma o bajo el mito de lo imposible. El deseo es planteado como puro proceso. Concretamente, quiere decir que no es del todo orgasmo; su problema no es como el problema occidental: cómo arrancar la sexualidad a la genitalidad; su problema es: como arrancar la sexualidad al orgasmo. Entonces dicen, a grandes rasgos, ustedes comprenden, el placer o el orgasmo, no es la terminación del proceso, es, o su interrupción, o su exasperación, ahora bien los dos remiten a lo mismo y, de hecho, ¡es lamentable! Sin duda, es necesario que se llegue a eso, pero entonces es necesario percibir esos momentos de suspensión como verdaderas suspensiones que permiten volver a poner en marcha el proceso. Tienen una teoría sobre la energía femenina y masculina que consiste en decir: la energía femenina es inagotable, la energía masculina es más aburrida, es agotable. El problema, de todas maneras, es que el hombre toma algo de la energía femenina que es inagotable, o bien que cada uno toma algo del otro. ¿Cómo se puede hacer esto?

Es necesario que los flujos -y se trata de un pensamiento en términos de flujos-, es necesario que el flujo femenino, siguiendo trayectos muy determinados, ascienda siguiendo las líneas del flujo masculino, a lo largo de la columna vertebral, para ir hasta el cerebro, y hay se hace el deseo en su inmanencia como proceso. Se asciende un flujo, se absorbe un flujo, se define un puro campo de inmanencia del deseo, con relación al cual placer, orgasmo, gozo están definidos como verdaderas suspensiones o interrupciones. Es decir, no del todo como satisfacción del deseo, sino como lo contrario: exasperación del proceso que hace salir al deseo de su propia inmanencia, v.g. de su propia productividad. Todo eso es interesante para nosotros en la medida en que, en este pensamiento, el deseo pierde simultáneamente toda ligazón con la carencia, el placer o el orgasmo y con el gozo. El deseo es concebido como producción de flujo, define un campo de inmanencia, y un campo de inmanencia quiere decir una multiplicidad donde efectivamente toda división del sujeto en sujeto de enunciación y sujeto de enunciado se vuelven estrictamente imposibles, sujeto del gozo y sujeto del placer se vuelven estrictamente imposibles, puesto que en nuestra máquina giratoria todo era muy simple: el sujeto de la enunciación era el sujeto del gozo imposible, el sujeto del enunciado era el sujeto del placer y de la búsqueda del placer, y el deseo carencia era la división entre los dos. Ustedes dirán hasta que punto, de Descartes a Lacan, este repugnante pensamiento del cogito no es solamente un pensamiento metafísico.

Toda la historia del deseo -y una vez más, de la misma manera cae Reich-, esta manera de ligar el deseo a un más allá, sea la de la carencia, sea la del placer o sea la del gozo, y plantear el dualismo del sujeto de la enunciación y del sujeto del enunciado, y no por azar son los mismos que hoy en día, v.g. los lacanianos, engendran todos los enunciados a partir del sujeto que, desde entonces y retroactivamente, se vuelve el sujeto dividido en sujeto de enunciación y sujeto de enunciado. Lo inscrito es el sujeto de la enunciación que pone el deseo en relación con el gozo imposible, el sujeto del enunciado que pone el deseo en relación con el placer, y la división entre los dos sujetos que pone el deseo en relación con la carencia o la castración. Y, a nivel de la teoría, la producción de enunciados se encuentra exactamente, palabra por palabra, en esta teoría empobrecida del deseo.

En ese sentido digo que pensar, forzosamente, es ser monista, en la aprehensión misma de la identidad del pensamiento y del proceso, como también en la aprehensión de la identidad del proceso y del deseo: el deseo como constitutivo de su propio campo de inmanencia, es decir como constitutivo de las multiplicidades que lo pueblan. Pero todo esto es, tal vez, oscuro, un campo monista es forzosamente un campo habitado por las multiplicidades.

Kyril Rejik: Si, pero encuentro eso peligroso porque se considera el monismo como otra cosa, como el resultado de una dialéctica salida del dualismo... por ejemplo Hegel.

Gilles: Pero es un falso monismo.

Esta operación mágica que consiste en prohibirse el empleo de los adjetivos uno y múltiple, para conservar el sustantivo multiplicidades. Esta es la operación que da cuenta de la identidad del monismo y del pluralismo y que relaciona la verdadera fuente del dualismo con la dualidad establecida entre los dos adjetivos: lo uno y lo múltiple. El fundamento del dualismo ha sido siempre: hay cosas que son unas: se las encuentra desde Descartes hasta hoy, se trata de Descartes, v.g. de Lacan, y después hay cosas que son divisibles. El dualismo no se define por dos, el dualismo se define por el empleo de uno y múltiple como adjetivos. Ya era verdad en Duns Scotto.

Y bien, si sustituimos el empleo de uno y múltiple como adjetivos, por el sustantivo multiplicidades bajo la forma: no hay nada que sea uno, nada que sea múltiple, todo son multiplicidades. En ese momento, vemos la estricta identidad del monismo y del pluralismo bajo esta forma de un proceso de inmanencia que no puede ser ni prohibido -eso es lo que nos dicen los chinos en su sabiduría sexual- ni exasperado. El proceso de inmanencia es también una multiplicidad, v.g. designar un campo de inmanencia por una multiplicidad.

Kyril: Hace un momento hablabas de dualismo como el resultado de edipo. Como, de otra parte, piensas a edipo como una máquina transitoria entre los asuntos de masas, de muta, o los asuntos de paranoia y esquizofrenia. Tienes entonces una producción de ese dualismo a partir de un dualismo que te es propio (giras sobre eso) al nivel del funcionamiento de los procesos. Lo que nos has expuesto desde hace dos o tras años.

Gilles: Después de dos o tres años ha terminado. Hoy no vuelvo a introducir ningún dualismo. Olvidemos todo el resto.

Cuendo digo: el cogito es edípico, poco importa... Habría que encontrar otros, debe estar en el edipo de Sófocles que contiene las primeras formulaciones del cogito, aún en el camino cartesiano hay toda esa progresión, la asimilación de los tres estadios de la máquina edípica, con la duda paranoica, en dios no embustero, y el "pienso", eso me parece casi ****, a saber lo que yo quiero decir es que toda una teoría que, de una u otra manera, relaciona la producción de enunciados a un sujeto, es primeramente una teoría que va a dividir al sujeto en dos: sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación. En segundo lugar va a conducirnos a todas las sumisiones, y eso, de la manera más hipócrita, diciéndonos: eres el jefe. Lo que quisiera hacer notar es que todo eso es la misma cosa, y tercero, las figuras del deseo, en el sentido en que liga el deseo a la carencia, o lo que viene a ser lo mismo, liga el deseo a la trinidad placer-orgasmo-gozo, es todo.

¿Por qué ese segundo punto, por qué es la sumisión más hipócrita? Porque esta historia de la división del sujeto, consiste en decir: eres tu quien manda, v.g. usted accederán al mando en la medida en que se someta a un orden del que no es el sujeto sin ser también el legislador. El famoso orden de la democracia. Es como sujeto que usted es legislador, no por azar aquel que ha llevado más lejos esta doctrina, el formalismo de esta doctrina, es el heredero de Descartes desde el punto de vista del cogito, a saber: Kant, y que la sumisión a la razón nos es presentada como la manera como devenimos legisladores. Y esta sumisión a la razón, considerada como la manera en que debemos devenir como naturalmente legisladores: eso nos remite siempre a la división del sujeto en sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación: obedecerás como sujeto del enunciado, pero porque eres quien comanda como sujeto de la enunciación, y se nos convida a captar esta gran identidad dividida, como identidad cruzada, tanto como lo quiera, del legislador y del sujeto. Es la misma cosa, el mismo mecanismo que, entonces, pretende engendrar los enunciados con relación a un sujeto, que plantea la dualidad de un sujeto del enunciado y un sujeto de la enunciación como fuente de todos los otros dualismos que, entonces, suprimen el pensamiento como proceso y que, tercero, hacen volar por los aires toda posición de deseo porque relacionan el deseo con la carencia, el placer, el gozo y que, en ese momento, lo que salta en efecto, en provecho de la apariencia, es el pensamiento, v.g. en provecho de la imagen del pensamiento. Se podría contemplar la imagen del pensamiento en el dualismo, mientras que solo hay realidad del pensamiento en el monismo del proceso y en las multiplicidades que pueblan el campo de inmanencia. Si bien, mientras los chinos definían ese campo de inmanencia del deseo recorrido de flujos que no perseguían ni el placer posible a nivel del sujeto del enunciado, ni el gozo imposible a nivel de un pseudo-sujeto de enunciación, ellos se dan, al mismo tiempo, todas las condiciones para una teoría del deseo y una teoría de la producción de enunciados. Ultimo paso: porque la teoría de la producción de enunciados, mientras la buscan del lado de un arte militar, es decir de una máquina de guerra, una máquina estratégica de guerra, al mismo tiempo que la teoría del deseo, la buscan en los manuales de sexualidad y que los tipos de teoría están directamente **** la una en la otra. Es decir que ellos definen las multiplicidades comunicantes en el proceso o en el campo de inmanencia mismo.

Kyril: Con la pequeña diferencia de que los manuales de sexología son completamente falocratas y que la política china es completamente imperial.

Deleuze: De acuerdo, pero es un detalle, porque esa no es la diferencia entre occidente y oriente. Tu dirías que en occidente buscamos la diferencia, lo que no es seguro. Falócrata e imperial, de acuerdo, pero eso es más bien un fondo común, eso quiere decir que no basta con definir el deseo como campo de inmanencia para escapar al imperialismo, etc.

¿Está clara la relación entre la teoría de los enunciados y la concepción del deseo?

Interrupción.

¿Alguien podría decir cual es la diferencia, en Lacan, entre placer y gozo?

Intervención: El deseo mantiene una relación enunciable con el gozo.

Deleuze: Vemos como eso hace parte de la misma cosa, tanto como decir que el gozo no es el placer, hace parte de una especie de sistema, que para simplificar, yo presentaría como una concepción circular del deseo en la que, en su base, está siempre el postulado de comienzo -y es verdad que la filosofía occidental ha consistido en decir: si el deseo es, es el signo mismo, o el hecho mismo de que se carece de algo. Y todo parte de ahí. Operamos una primera soldadura deseo-carencia, después, va de si el que el deseo este definido en función de un campo de trascendencia. El deseo es deseo de lo que no se tiene, eso comienza con Platón, y continua con Lacan. Es la primera maldición del deseo, la primera manera de maldecir el deseo, pero no basta. Lo que he hecho es el método de Platón en el Fedón, cuando construye un círculo a partir de arcos. El segundo arco: si el deseo esta fundamentalmente dirigido a lo Otro, abierto sobre una trascendencia, si sufre esta primera maldición, ¿qué puede llenarlo? Lo que lo llenará solo en apariencia será el objeto hacia el que tiende, puesto que también lo Otro es lo inalcanzable, la pura trascendencia. Entonces, no será eso lo que vendrá a llenarlo. Lo que viene a llenarlo o a satisfacerlo, que va a darle una pseudo-inmanencia, va a ser lo que se llama el estado de placer, pero desde ese segundo nivel, se entiende que esta inmanencia es una falsa inmanencia puesto que el deseo ha sido definido fundamentalmente en relación con la trascendencia, y lo que lo llena es, literalmente, una ilusión, un señuelo. Segunda maldición del deseo: se trata de calmar el deseo por un instante, y después recomienza la maldición. Esta es la concepción del placer-descarga. Ninguna otra palabra indica acertadamente el título de ese segundo arco del círculo como "para terminar provisionalmente con el deseo". Lo que me parece fascinante es, hasta que punto esto permanece en toda la protesta de Reich contra Freud, él conserva esta concepción del deseo-descarga que tematiza en una teoría del orgasmo. Ese segundo arco define bien esa especie de inmanencia ilusoria por la cual el placer llena al deseo, es decir lo aniquila por un tiempo. Pero, como en toda buena construcción, puesto que todo eso es una pura construcción, no es verdad, es falso de cabo a rabo, se necesita un tercero para cerrar esa cosa, puesto que ustedes tienen esta supuesta verdad del deseo empalmado sobre una trascendencia de lo Otro, esta ilusión o este señuelo por el cual el deseo encuentra las descargas calmantes después de las cuales desaparece, listo para reaparecer mañana, necesita un tercer arco para dar cuenta de esto: que aún a través de esos estados de sueño, de satisfacción, etc... , es necesario que sea reafirmada, bajo una forma nueva, la irreductibilidad del deseo a los estados de placer que lo satisfacen solo en apariencia, o sea reafirman bajo otro modo la trascendencia. Y esta reafirmación es la relación gozo imposible-muerte. Y de cabo a rabo, está la misma concepción, y cuando se nos dice: atención, no confundas el deseo, el placer, el gozo, evidentemente no hay que confundirlos puesto que son necesarios para hacer tres arcos de un mismo círculo, a saber las tres maldiciones llevadas sobre el deseo. Las tres maldiciones son:

- carecerás cada vez que desees,
- solo esperarás descargas,
- perseguirás el imposible gozo.

Entonces el deseo es completamente trampeado, preso en un círculo. Y entonces ¿por qué es la misma cosa con el problema de los enunciados? Es semejante al nivel del cogito cartesiano, puesto que construirán igualmente su círculo al nivel de yo camino, yo respiro, yo imagino, veo un unicornio, sistema de enunciados donde el Yo es el sujeto del enunciado, y eso es algo así como la apariencia. Puede no ser verdad, puede ser que Dios me engañe, puede ser que yo crea caminar y que no camine. Segundo arco: pero atención, pues si es verdad que puedo engañarme cuando digo que camino, al contrario, no puedo engañarme cuando digo "yo pienso caminar". Si es verdad que yo puedo engañarme cuando digo "yo veo un unicornio", no puedo engañarme diciendo "yo pienso que veo un unicornio". Esa es la extracción del "pienso luego soy", es la extracción de un sujeto de enunciación; y la producción del enunciado, de un enunciado cualquiera se hace bajo la forma de la división del sujeto en sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación como condición de la producción de todo enunciado posible.
El deseo-carencia se encuentra a nivel de la división del sujeto, del corte, de la barrera. El sistema del deseo-placer se encuentra a nivel del sujeto del enunciado. Y el sistema del deseo-goce, se encuentra al nivel de la gloria del sujeto de la enunciación, con, una vez más, la mistificación del círculo: tu mandas tanto más cuento que obedeces, v.g. estarás tanto más cerca de ser el verdadero sujeto de la enunciación cuando te conformas con la barrera que te separa como sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación, es decir que es por la castración como accedes al deseo.
Es lo mismo decir: es por la castración que accedes al deseo, o decir: es por la división del sujeto que accedes a la producción de enunciados.

Rejik: ¿No has ambicionado ir más lejos con el Dios de Descartes y el significante de Lacan?

Deleuze: No lo he ambicionado completamente, pero quisiera, ¡uf! ¡uf! ¡uf!
El problema se convierte en suponer que los únicos enunciados son el deseo. Todo deseo es un enunciado, todos los enunciados son deseo. Si es así, de lo que es necesario dar cuenta es del sistema de la apariencia, entonces, de hecho, Nietzsche tiene completamente la razón, es verdaderamente un sistema platónico cristiano, y si eso culmina en el psicoanálisis, no es por azar, porque el psicoanálisis es el que nos dice: bien, tiéndete y, al fin, vas a tener la ocasión de hablar en tu nombre, y que, al mismo tiempo ha retirado de entrada todas las condiciones posibles de una producción de enunciados, precisamente porque ha subordinado toda producción de enunciados a la división del sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado, v.g. tu mandas entre más aceptes la castración y persigas el gozo imposible.

Ricardo III: Me parece que el deseo-descarga, retomado bajo la forma de la metonimia en Lacan, no está lejos -pero es solo una intuición- del deseo-aufhebung, y que, finalmente, es toda la historia del deseo la que se desplaza y no se llega nunca a alcanzar, que es el recorrido de la fenomenología del espíritu, a grosso modo, con, como imposible horizonte, justamente este gozo que sería el saber absoluto.

Deleuze: Si tu quieres, pero no hay ninguna razón para privilegiar a Hegel porque es uno de los múltiples casos en que el deseo es definido como carencia, pero en las páginas que preceden a las del maestro y el esclavo, todo pasa en este círculo: el deseo-carencia, la ilusión del placer, y el deseo-gozo.

Ricardo III: Lo que es enormemente interesante, es que si tu ligas el deseo al campo del Otro y al tesoro del significante, tu tienes verdaderamente el proceso del errinerung...

Deleuze: Bien, si, no por azar Lacan pasa por Hegel. El ha suprimido sus textos hegelianos.
El problema es que habría que explicar la formación de esta apariencia, en cuales condiciones los enunciados parecen ser producidos por un sujeto que, como productor de enunciados, estaría entonces dividido en sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación. Y sobre todo, ¿Qué permite ese como doblez? Son cosas que se han hecho, usted tiene dos dobleces posibles: o bien el sujeto de la enunciación -la división sirve de todas maneras para doblar uno sobre el otro- o bien el sujeto de la enunciación será doblado sobre el sujeto del enunciado, y ese sería el aparato edípico, o bien el sujeto del enunciado será satisfecho hasta en el sujeto de la enunciación, ese será el aparato paranoico. Lo paranoico es el sujeto del enunciado que se toma por sujeto de la enunciación.
Temo que ninguna explicación de cuenta de la formula más sombría. El paranoico es verdaderamente aquel que se establece entre todo lo que puede servir de signo a las redes, o un sistema de redes tal que el signo remite al signo. El signo ya no remite, sea a una tierra, sea a un cuerpo, sea a una cosa, el signo remite al signo en un sistema de redes, y entonces, y al mismo tiempo, es subsumido bajo un significante; y ese significante, es el que representa al sujeto para otro significante, según una formula muy conocida, a saber: el significante es precisamente el sujeto de la enunciación. Y la posición del paranoico, es típica y formidable, porque es a la vez aquel que más duda, y aquel que tiene la mayor potencia. La paranoia, ese pululamiento en todos los sentidos: un signo aquí, pero hay otro allá, pero más alla, etc. No es así en todos los delirios. Una vez más, un paranoico, esta en las redes, y cuando está preso en las redes, duda de todo, y se dice: "quizá me engaño". Como sujeto del enunciado, él esta perpetuamente en una especie de duda, pero al mismo tiempo, recupera todo, recupera una certidumbre, él es el distribuidor de los signos, él es potente y superpotente en la medida en que salta, es inestable, al nivel del sujeto de la enunciación, y la formula del paranoico es del tipo: yo adivino de entrada. Pasa su tiempo oscilando al interior de su red de signos.

Habría que dar cuenta de esta producción de una apariencia. La apariencia consiste, una vez más, en: los enunciados serían producidos por un sujeto así dividido. ¿Cómo puede producirse algo así? Es como el problema de ¿cómo decir yo? ¿cómo osar decir yo? Desde que digo "yo", me sitúo a la vez como sujeto del enunciado y como sujeto de la enunciación. Y cada vez hay esa división, está la cochinada que llega. Quiero decir, por ejemplo: "yo como hombre". Todas las funciones sociales están construidas sobre eso, todas las funciones represivas están construidas sobre esa división: yo como hombre, te comprendo, pero como padre, debo actuar. Yo como hombre, estoy de tu lado, pero como policía debo aplicar la ley. Como policía debo aplicar la ley, eso quiere decir que soy el sujeto del enunciado; como hombre te comprendo, eso quiere decir que yo soy el sujeto de la enunciación. Seré tanto más legislador por cuanto sería sujeto, serias tanto más sujeto por cuanto serías legislador, comprendidos todos... es otra manera de decir: de acuerdo, todos somos castrados, eso funciona.
Lo que decíamos la semana pasada, es: no hay enunciados individuales, ningún enunciado puede ser producido por un individuo. Nuestra hipótesis era que lo que produce los enunciados eran los agenciamientos maquínicos, o lo que es lo mismo, los agentes colectivos de enunciación, a condición de comprender que los colectivos, lo que no quiere decir los pueblos, eso quiere decir, en cualquier sentido que se tome el término: lo que es necesario llamar agentes colectivos de enunciación, son todos multiplicidades, de cualquier naturaleza que sean. Si bien hay que explicar ¿cómo los agenciamientos maquínicos de enunciación producen efectivamente enunciados variables en tales o cuales circunstancias y producen tipos nuevos de enunciados? ¿Cómo esos enunciados con necesariamente deseos y como al interior de esta producción se engendra la ilusión de un sujeto, de un sujeto dividido en sujeto de la enunciación y sujeto del enunciado, que tiene la impresión de producir los enunciados que, de hecho, son producidos por los agenciamientos maquínicos o por las multiplicidades actuando en él?
Es necesario ver como sucede. ¡Hay que plantear el problema prácticamente! hay que plantear una serie de oposiciones, hacer un cuadro: ¿cómo se produce un cuerpo sin órganos? Primera producción del enunciado, quiero decir: si algo, en las condiciones dadas, no funciona como cuerpo sin órganos, no hay superficie donde inscribir un enunciado. Un cuerpo sin órganos, es la superficie de inscripción para todo enunciado posible o para todo deseo. ¿Solamente un cuerpo sin órganos? No se tiene solo uno, hay tantos como se quiera. Es algo a producir o fabricar. Un cuerpo sin órganos no pre-existe. Yo había tomado, la última vez, como modelo al desierto, pero a condición de que pasen las cosas. El desierto es un lugar o una superficie de producción de enunciados. No hay enunciados ligados a las drogas que no supongan como previa la constitución de un cuerpo sin órganos... sea lo que sea que pase en el orden del acontecimiento, v.g. del enunciado o del deseo, el acontecimiento es finalmente la identidad misma del enunciado y del deseo, sea lo que sea que pase implica la constitución de un cuerpo sin órganos. Mientras no hagas tu cuerpo sin órganos, uno, o dos o n, nada es posible, hay que encontrar el suyo... En la malvada colonia, la de la falsa concepción del deseo, podríamos el organismo. Sobre este asunto, habría que mostrar como un cuerpo sin órganos se forma sobre ese organismo, como aparece una cabeza buscadora, una punta maquínica, y esta punta maquínica es esta instancia de movimiento que se va a encontrar más tarde en tal o cual agenciamiento. El cuerpo sin órganos, el desierto, está fundamentalmente poblado. El problema del inconsciente verdaderamente no es el de las generaciones, es un problema de poblaciones, se trata de saber como se pueble. Entonces cuando Green dice: no hay que exagerar, un esquizofrénico es alguien que tiene un padre y una madre como todo el mundo, pues bien eso no es cierto... Tengo un texto de una vieja esquizofrénica, es un texto muy bello. Ella hace las cuentas: "adoro inventar pueblos, tribus, los orígenes de una raza, en fin, imaginar otros comportamientos, mil otras maneras de ser. Siempre he tenido el complejo de exploración y solo me gustan exploraciones muy fantásticas. Por ejemplo, mis desiertos son una suma de divertimientos, divertimientos-desiertos, para que pueda imaginar esos extraños simuladores de ****, esta especie de cantos oníricos. Me dejaba ir, yo tenía tendencia a entregarme a las culpables experiencias sobre mis personajes, a maltratarlos -ven ustedes que se trata de poblar un desierto-, a usar contra ellos crueldad mental, por provocación. Tengo la violenta afición de imaginar como puede funcionar un ser, en una situación extrema, después de todo es una pasión..." (cinta inaudible). En todos esos cuentos, se trata de desiertos poblados de tribus: "vuelvo a mis tribus, hasta hoy he sido hijo adoptivo de quince tribus, ni una menos, y son mis tribus adoptadas porque amo a cada una mas y mejor que si hubiese nacido en ellas. Allá, el niño tiene derecho a adoptar otra tribu. Hay muchos niños trafugas y no se sienten exilados. ¿Pero sus verdaderos padres? ¿Que entiende por verdaderos padres? Los progenitores verdaderos, los padres son primero aquellos que el niño reconoce como tales, genéticos o adoptados, es decir las tribus". Se es el niño de una población y no el niño de un padre y de una madre. Así piensa un esquizo.
A los agenciamientos de multiplicidades, en la otra colonia, se opone el tema del sujeto de enunciación, el sujeto dividido como fuente de dualismos. Al aparato anti-edípico se opone el aparato edípico, o, al devenir inhumano, al devenir animal se opone el devenir humano de la otra colonia. Al monismo-pluralismo, se oponen los dualismos que derivan de la falsa concepción del enunciado. Al deseo o pensamiento-proceso, se opone la concepción del deseo-carencia-placer-gozo; tanto como se oponen los dos estatutos del signo que vimos la última vez, a saber el signo ensamblado en una red que lo subordina al significante, y al contrario, el signo que se pone a trabajar por su cuenta, que se libera de la hipoteca del significante y que pasa en acoplamiento con una partícula o un sistema de partículas, v.g. el signo-partícula en oposición al signo-significante. habría que saber cual punta maquínica marca el máximo de desterritorialización sobre ese cuerpo sin órganos. Esta historia de punta maquínica que va a marcar sobre el CSO las corrientes de desterritorialización, me parece muy complicada. Es necesario ver también los agenciamientos maquínicos que derivan de él, y después los devenires animales, o, lo que es lo mismo, las intensidades. Las intensidades desterritorializadas que cuadriculan el cuerpo sin órganos. Y en todo eso, el sujeto es, literalmente, una partícula nómada que recorre todo eso, las líneas de desterritorialización, las intensidades. El problema de la génesis de la ilusión es: ¿qué va a fijar el sujeto? Todo a la vez, se le hace un organismo, se le somete al cogito, se lo fija, se asegura su sumisión diciéndole: eres tu quien produce los enunciados. La próxima vez, tendríamos que ver el libro de Carlos Castaneda. A grandes rasgos, el cuenta, no una iniciación, sino verdaderamente una experimentación. El tipo quería hacerse iniciar, porque es un pobre tipo, el indio le dice no. Carlos le dice: enseñeme, quiero saber, v.g. trata al indio viejo como trata a su psicoanalista, y el indio le dice: comienza por encontrar tu cuerpo sin órganos. La búsqueda del CSO de Carlos es patética, busca en un espacio restringido, en una especie de desierto, esa es la experimentación gozosa, y de cierta manera, esta búsqueda, es encontrar el lugar donde se está bien. En una perspectiva de esquizo-análisis, es necesario que el tipo encuentre el lugar donde está bien, y en que posición, si quiere colgarse del techo... No hay ninguna razón para que se acueste. Y Carlos busca su lugar, enrollándose sobre si mismo en la hierba, busca hasta que lo encuentra. Una vez que ha encontrado su lugar, ya no se vive como sujeto, es una pequeña cosa, una pequeña partícula, y después hay una partícula más brillante, es el indio. Entonces, comienza un agenciamiento maquínico, ¿bajo qué forma? Bajo la forma de que el necesita un aliado. Necesita un guía, un experimentador, pero también necesita un potente aliado. Todo eso comienza a formar una pequeña máquina donde algo va a pasar, sobre ese cuerpo sin órganos se dibuja ya una cierta distribución de intensidades. Y entonces ve un perro, hace el perro, pero no es simplemente eso, no hace el perro, está deshaciendo la organización del cuerpo en provecho de otra cosa. Sentimos que el problema no es el de devenir animal, el perro no es un perro. El indio dice: no es un perro, es cualquier cosa, todo lo que tu quieras. ¿Qué es esa especie de devenir inhumano que se expresa muy mal diciendo: "ha hecho un perro"? Ha recorrido ciertas intensidades que se pueden representar por: perro, como en Kafka. Kafka también hace el perro, pero no tiene necesidad de droga para hacerlo, se inventa otra máquina para hacerlo. Al final Carlos fastidia de tal modo al indio, que el indio le dice: pero, al menos ese perro, ¿por quién lo tomas? Al menos no es tu puta madre. Eso es anti-psicoanálisis. Ese perro, allí, es la salida del aparato edípico. El ha seguido sobre el cuerpo sin órganos, las líneas de desterritorialización según las intensidades desterritorializadas.
¿Porqué tales intensidades más bien que otras? Enseguida devendrá un lagarto, después progresará, devendrá cuervo. Hacer el cuervo, consiste en extender las patas de cuervo, las alas del cuervo a partir de su rostro, poblarse de cuervos. Ya no era hacer el perro, sino poblarse de perros. Eso quiere decir atravesar esas intensidades. Para hacer el perro, no basta hacer guau, guau, hay que pasar por otras experimentaciones. Eso cambia todo el problema del totemismo.
Cuando los estructuralistas hablan de totemismo, es muy pobre, seco, el totemismo siempre ha tenido ciertas relaciones con las historias de droga, pero no es todo, pues en el segundo libro donde la experimentación continua más fuertemente, vamos a asistir al paso del devenir inhumano, del devenir intenso a otra cosa más, que es una especie de devenir molecular, algo así como la desorganización del organismo en provecho de un cuerpo viviente sobre otro modo, lo que implicaba aún algo más. Y eso es la videncia. ¿Qué quiere decir ver más allá?
Consiste ante todo en ver el agua, y Carlos, a través de toda una serie de estadios, ve el agua que se modifica, se endurece, se inmoviliza y que, sobre todo, se disocia. Al final, se moleculariza y el capta el agua a partir de sus burbujas constitutivas; pero el solo puede captar y ver el agua a partir de sus burbujas moleculares constitutivas ligadas con lo que se produce por experimentación... (fin de la cinta).

viernes, septiembre 09, 2011

"Del Caos al Cerebro"- Deleuze-Guattari - de su libro "¿Qué es la filosofía?"


"Del Caos al Cerebro"- Deleuze-Guattari - de su libro "¿Qué es la filosofía?"

Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos. No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos. Son variabilidades infinitas cuyas desaparición y aparición coinciden. Son velocidades infinitas que se confunden con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa que recorren, sin naturaleza ni pensamiento. Es el instante del que no sabemos si es demasiado largo o demasiado corto para el tiempo. Recibimos latigazos que restallan como arterias. Incesantemente extraviamos nuestras ideas. Por este motivo nos empeñamos tanto en agarrarnos a opiniones establecidas. Sólo pedimos que nuestras ideas se concatenen de acuerdo con un mínimo de reglas constantes, y jamás la asociación de ideas ha tenido otro sentido, facilitarnos estas reglas protectoras, similitud, contigüidad, causalidad, que nos permiten poner un poco de orden en las ideas, pasar de una a otra de acuerdo con un orden del espacio y del tiempo, que impida a nuestra "fantasía" (el delirio, la locura) recorrer el universo en un instante para engendrar de él caballos alados y dragones de fuego.

Pero no existiría un poco de orden en las ideas si no hubiera también en las cosas o estado de cosas un anticaos objetivo: "Si el cinabrio fuera ora rojo, ora negro, ora ligero, ora pesado..., mi imaginación no encontraría la ocasión de recibir en el pensamiento el pesado cinabrio con la representación del color rojo". Y por último, cuando se produce el encuentro de las cosas y el pensamiento, es necesario que la sensación se reproduzca como la garantía o el testimonio de su acuerdo, la sensación de pesadez cada vez que sopesamos el cinabrio, la de rojo cada vez que lo contemplamos, con nuestros órganos del cuerpo que no perciben el presente sin imponerle la conformidad con el pasado. Todo esto es lo que pedimos para forjarnos una opinión, como una especie de "paraguas" que nos proteja del caos.De todo esto se componen nuestras opiniones. Pero el arte, la ciencia, la filosofía exigen algo más: trazan planos en el caos. Estas tres disciplinas no son como las religiones que invocan dinastías de dioses, o la epifanía de un único dios para pintar sobre el paraguas un firmamento, como las figuras de una Urdoxa, de la que derivarían nuestras opiniones. La filosofía, la ciencia y el arte quieren que desgarremos el firmamento y que nos sumerjamos en el caos. Sólo a este precio lo venceremos. Y tres veces vencedor crucé el Aqueronte. El filósofo, el científico, el artista parecen regresar del país de los muertos.

Lo que el filósofo trae del caos son unas variaciones que permanecen infinitas, pero convertidas en inseparables, en unas superficies o en unos volúmenes absolutos que trazan un plano de inmanencia secante: ya no se trata de asociaciones de ideas diferenciadas, sino de reconcatenaciones por zona de indistinción en un concepto. El científico trae del caos unas variables convertidas en independientes por desaceleración, es decir por eliminación de las demás variabilidades cualesquiera susceptibles de interferir, de tal modo que las variables conservadas entran bajo unas relaciones determinables en una función: ya no se trata de lazos de propiedades en las cosas, sino de coordenadas finitas en un plano secante de referencia que va de las probabilidades locales a una cosmogonía global. El artista trae del caos unas variedades que ya no constituyen una reproducción de lo sensible en el órgano sino que erigen un ser de los sensible, un ser de la sensación, en un plano de composición anorgánica capaz de volver a dar lo infinito.

La lucha con el caos que Cézanne y Klee han mostrado en acción en la pintura, en el corazón de la pintura, vuelve a surgir de otra manera en la ciencia, en la filosofía: siempre se trata de vencer el caos mediante un plano secante que lo atraviesa. El pintor pasa por una catástrofe, o por un arrebol, y deja sobre el lienzo el rastro de este paso, como el del salto que le lleva del caos a la composición. Las propias ecuaciones matemáticas no gozan de una certidumbre apacible que sería como la sanción de una opinión científica dominante, sino que salen de un abismo que hace que el matemático "salte a pies juntillas sobre los cálculos", prevea otros que no puede efectuar y no alcance la verdad sin "darse golpes a uno y otro lado".

El pensamiento filosófico no reúne sus conceptos dentro de la amistad sin estar también atravesado por una fisura que los reconduce al odio o los dispersa en el caos existente, donde hay que recuperarlos, buscarlos, dar un salto. Es como si se echara una red, pero el pescador siempre corre el riesgo de verse arrastrado y encontrarse en mar abierto cuando pensaba llegar a puerto. Las tres disciplinas proceden por crisis o sacudidas, de manera diferente, y la sucesión es lo que permite hablar de "progresos" en cada caso. Diríase que la lucha contra el caos no puede darse sin afinidad con el enemigo, porque hay otra lucha que se desarrolla y adquiere mayor importancia, contra la opinión que pretendía no obstante protegernos del propio caos.En un texto violentamente poético, Lawrence describe lo que hace la poesía: los hombres incesantemente se fabrican un paraguas que les resguarda, en cuya parte inferior trazan un firmamento y escriben sus convenciones, sus opiniones; pero el poeta, el artista, practica un corte en el paraguas, rasga el propio firmamento, para dar entrada a un poco del caos libre y ventoso y para enmarcar en una luz repentina una visión que surge a través de la rasgadura, primavera de Wordsworth o manzana de Cézanne, silueta de Macbeth o de Acab. Entonces aparece la multitud de imitadores que restaura el paraguas con un paño que vagamente se parece a la visión y la multitud de glosadores que remiendan la hendidura con opiniones: comunicación. Siempre harán falta otros artistas para hacer otras rasgaduras, llevar a cabo las destrucciones necesarias, quizá cada vez mayores, y volver a dar así a sus antecesores la incomunicable novedad que ya no se sabía ver. Lo que significa que el artista se pelea menos contra el caos (al que llama con todas sus fuerzas, en cierto modo) que contra los "tópicos" de la opinión. El pintor no pinta sobre una tela virgen, ni el escritor escribe sobre una página en blanco, sino que la página o la tela están ya cubiertas de tópicos preexistentes, preestablecidos, que hay primero que tachar, limpiar, laminar, incluso desmenuzar para hacer que pase una corriente de aire surgida del caos que nos aporte la visión. Cuando Fontana corta el lienzo coloreado de un navajazo, no es el color lo que hiende de este modo, al contrario, nos hace ver el color liso del color puro a través de la hendidura.

El arte efectivamente lucha con el caos, pero para hacer que surja una visión que lo ilumine un instante, una Sensación. Hasta las casas...: las casas tambaleantes de Soutine salen del caos, tropezando a uno y otro lado, impidiéndose mutuamente que se desmoronen de nuevo; y la casa de Monet surge como una hendidura a través de la cual el caos se vuelve la visión de las rosas. Hasta el encarnado más delicado se abre en el caos, como la carne en el despellejado. Una obra de caos no es ciertamente mejor que una obra de opinión, el arte se compone tan poco de caos como de opinión; pero si se pelea contra el caos, es para arrebatarle las armas que vuelve contra la opinión, para vencerla mejor con unas armas de eficacia comprobada. Incluso porque el cuadro está en primer lugar cubierto de tópicos, el pintor tiene que afrontar el caos y acelerar las destrucciones para producir una sensación que desafíe cualquier opinión, cualquier tópico (¿durante cuánto tiempo?). El arte no es el caos, sino una composición del caos que da la visión o sensación, de tal modo que constituye un caosmos, como dice Joyce, un caos compuesto -y no previsto ni preconcebido-. El arte transforma la variabilidad caótica en variedad caoidea, por ejemplo el arrebol gris-negro y verde de El Greco; el arrebol dorado de Turner o el arrebol rojo de Staël. El arte lucha con el caos, pero para hacerlo sensible, incluso a través del personaje más encantador, el paisaje más encantado (Watteau).

Un movimiento similar, sinuoso, serpentino, anima tal vez la ciencia. Una lucha contra el caos parece pertenecerle esencialmente cuando hace pasar la variabilidad desacelerada bajo unas constantes o unos límites, cuando la relaciona de este modo con unos centros de equilibrio, cuando la somete a una selección que sólo conserva un número pequeño de variables independientes en unos ejes de coordenadas, cuando instaura entre estas variables unas relaciones cuyo estado futuro puede determinarse a partir del presente (cálculo determinista), o por el contrario cuando hace intervenir tantas variables a la vez que el estado de cosas es únicamente estadístico (cálculo de probabilidades). Se hablará en este sentido de una opinión propiamente científica conquistada sobre el caos como de una comunicación definida ora por unas informaciones iniciales, ora por unas informaciones a gran escala, y que va las más de las veces de lo elemental a lo compuesto, o bien del presente al futuro, o bien de lo molecular a lo molar. Pero, en este caso también, la ciencia no puede evitar experimentar una profunda atracción hacia el caos al que combate. Si la desaceleración es el fino ribete que nos separa del caos oceánico, la ciencia se aproxima todo lo que puede a las olas más cercanas, estableciendo unas relaciones que se conservan con la aparición y desaparición de las variables (cálculo diferencial); la diferencia se va haciendo cada vez más pequeña entre el estado caótico en el que la aparición y la desaparición de una variabilidad se confunden, y el estado semicaótico que presenta una relación como el límite de las variables que aparecen o desaparecen. Como dice Michel Serres a propósito de Leibniz, "existirían dos infraconscientes: uno, el más profundo, estaría estructurado como un conjunto cualquiera, mera multiplicidad o posibilidad en general, mezcla aleatoria de signos; el otro, el menos profundo, estaría recubierto de esquemas combinatorios de esta multiplicidad...". Cabría concebir una serie de coordenadas o de espacios de fases como una sucesión de tamices, de los que el anterior sería cada vez relativamente un estado caótico y el siguiente un estado caoideo, de tal modo que se pasaría por unos umbrales caóticos en vez de ir de lo elemental a lo compuesto. La opinión nos presenta una ciencia que anhelaría la unidad, la unificación de sus leyes, y que hoy en día seguiría aún buscando una comunidad de las cuatro fuerzas. Todavía es más obstinado, sin embargo, el anhelo de captar un pedazo de caos aun cuando las fuerzas más diversas se agiten en él. La ciencia daría toda la unidad racional ala que aspira a cambio de un trocito de caos que pudiera explorar.

El arte toma un trozo de caos en un marco, para formar un caos compuesto que se vuelve sensible, o del que extrae una sensación caoidea como variedad; pero la ciencia toma uno en un sistema de coordenadas y forma un caos referido que se vuelve Naturaleza, y del que extrae una función aleatoria y unas variables caoideas. De este modo uno de los aspectos más importantes de la física matemática moderna surge en unas transiciones hacia el caos bajo los efectos de los atractores "extraños" o caóticos: dos trayectorias contiguas en un sistema determinado de coordenadas no permanecen así, y divergen de forma exponencial antes de aproximarse mediante operaciones de estiramiento y de repliegue que se repiten, y que seccionan el caos. Si los atractores de equilibrio (puntos fijos, ciclos límites, toros) expresan en efecto la lucha de la ciencia con el caos, los atractores extraños develan su profunda atracción por el caos, así como la constitución de un caosmos interior a la ciencia moderna (cosas todas ellas que de un modo u otro se detectaban en los períodos anteriores, especialmente en la fascinación por las turbulencias). Nos encontramos pues ante una conclusión análoga a aquella a la que nos llevaba el arte: la lucha con el caos no es más que el instrumento de una lucha más profunda contra la opinión, pues de la opinión procede la desgracia de los hombres. La ciencia se vuelve contra la opinión que le confiere un sabor religioso de unidad o de unificación. Pero también se revuelve en sí misma contra la opinión propiamente científica en tanto que Urdoxa que consiste ora en la previsión determinista (el Dios de Laplace), ora en la evaluación probabilitaria (el demonio de Maxwell): desvinculándose de las informaciones iniciales y de las informaciones a gran escala, la ciencia sustituye la comunicación por unas condiciones de creatividad definidas a través de los efectos singulares de las fluctuaciones mínimas. Lo que es creación son las variedades estéticas o las variables científicas que surgen en un plano capaz de seccionar la variabilidad caótica. En cuanto alas seudociencias que pretenden considerar los fenómenos de opinión, los cerebros artificiales que utilizan conservan como modelos unos procesos probabilitarios, unos atractores estables, toda una lógica de la recognición de las formas, pero tienen que alcanzar estados caoideos y atractores caóticos para comprender a la vez la lucha del pensamiento contra la opinión y la degeneración del pensamiento en la propia opinión (una de las vías de evolución de los ordenadores va en el sentido de asumir un sistema caótico o caotizante).Esto lo confirma el tercer caso, ya no la variedad sensible ni la variable funcional, sino la variación conceptual tal y como se presenta en filosofía. La filosofía a su vez lucha con el caos como abismo indiferenciado u océano de la disimilitud.

No hay que concluir por ello que la filosofía se aliena junto a la opinión, ni que ésta pueda sustituirla. Un concepto no es un conjunto de ideas asociadas como una opinión. Tampoco es un orden de razones, una serie de razones ordenadas que podrían, llegado el caso, constituir una especie de Urdoxa racionalizada. Para alcanzar el concepto, ni tan sólo basta con que los fenómenos se sometan a unos principios análogos a los que asocian las ideas, o las cosas, a los principios que ordenan las razones. Como dice Michaux, lo que es suficiente para las "ideas corrientes" no lo es para las "ideas vitales", las que hay que crear. Las ideas sólo son asociables como imágenes y sólo son ordenables como abstracciones; para llegar al concepto, tenemos que superar ambas cosas, y que llegar lo más rápidamente posible a objetos mentales determinables como seres reales. Era ya lo que mostraban Spinozza o Fichte: Tenemos que utilizar ficciones y abstracciones, pero sólo en cuanto sea necesario para acceder a un plano en el que iríamos de ser real en ser real y procederíamos mediante construcción de conceptos. Hemos visto como podía alcanzarse este resultado en la medida en que unas variaciones se volvían inseparables siguiendo unas zonas de vecindad o de indiscernibilidad: dejan entonces de ser asociables según los caprichos de la imaginación, o discernibles y ordenables según las exigencias de la razón, para formar auténticos bloques conceptuales. Un concepto es un conjunto de variaciones inseparables que se produce o se construye en un plano de inmanencia en tanto que éste secciona la variabilidad caótica y le da consistencia (realidad). Por lo tanto un concepto es un estado caoideo por excelencia; remite a un caos que se ha vuelto consistente, que se ha vuelto Pensamiento, caosmos mental. ¿Y qué sería pensar si el pensamiento no se midiera incesantemente con el caos?. La Razón sólo nos muestra su verdadero rostro cuando "truena dentro de su cráter". Hasta el cógito no es más que una opinión una Urdoxa en el mejor de los casos, mientras no se extraigan de él las variaciones inseparables que lo convierten en un concepto, siempre y cuando se renuncie a buscar en él un paraguas o un refugio, se deje de suponer una inmanencia que se haría a sí mismo, para plantearlo él mismo por el contrario en un plano de inmanencia al que pertenece y que le devuelve al mar abierto.

Resumiendo, el caos tiene tres hijas en función del plano que lo secciona: son las Caoideas, el arte, la ciencia y la filosofía, como formas del pensamiento o la creación. Se llaman caoideas las realidades producidas en unos planos que seccionan el caos. La junción (que no la unidad) de los tres planos es el cerebro. Por supuesto, cuando el cerebro es considerado como una función determinada se presenta a la vez como un conjunto complejo de conexiones horizontales y de integraciones verticales que reaccionan unas con otras, como ponen de manifiesto los "mapas" cerebrales. Entonces la pregunta es doble: ¿Las conexiones están preestablecidas, como guiadas por rieles, o se hacen y se deshacen en campos de fuerzas?¿Y los procesos de integración son centros jerárquicos localizados, o más bien formas (Gestalten) que alcanzan sus condiciones de estabilidad en un campo del que depende la posición del propio centro?. La importancia de la teoría de la Gestalt al respecto incide tanto en la teoría del cerebro como en la concepción de la percepción, puesto que se opone directamente al estatuto del cortex tal como se presentaba desde el punto de vista de los reflejos condicionados. Pero, independientemente de las perspectivas consideradas, no resulta difícil mostrar que unos caminos, ya hechos o haciéndose, unos centros mecánicos o dinámicos, se topan con dificultades del mismo tipo. Unos caminos ya hechos que se van siguiendo progresivamente implican un trazado previo, pero unos trayectos que se constituyen en un campo de fuerzas proceden mediante resoluciones de tensión que también actúan progresivamente (por ejemplo la noción de aproximación entre la fóvea y el punto luminoso proyectado sobre la retina, ya que esta posee una estructura análoga a la de un área cortical): ambos esquemas suponen un "plan", que no un objetivo o un programa, sino un sobrevuelo de la totalidad del campo. Esto es lo que la teoría de la Gestalt no explica, como tampoco el mecanismo explica el premontaje. No hay que sorprenderse de que el cerebro, tratado como objeto constituido de ciencia, solo pueda ser un órgano de formación y de comunicación de la opinión: y es que las conexiones progresivas y las integraciones centradas siguen bajo el estrecho modelo de la recognición (gnosis y praxis, "es un cubo", "es un lápiz"...), y la biología del cerebro se alinea en este caso siguiendo los mismos postulados que la lógica más terca. Las opiniones son formas que se imponen, como las burbujas de jabón según la Gestalt, habida cuenta de unos medios, de unos intereses, de unas creencias y de unos obstáculos.

Parece entonces difícil tratar la filosofía, el arte e incluso la ciencia como "objetos mentales", meros ensamblajes de neuronas en el cerebro objetivado, puesto que el modelo irrisorio de la recognición los acantona en la doxa. Si los objetos mentales de la filosofía, del arte y de la ciencia (es decir las ideas vitales) tuvieran un lugar, éste estaría en lo más profundo de las hendiduras sinápticas, en los hiatos, los intervalos y los entretiempos de un cerebro inobjetivable, allí donde penetrar para buscarlos sería crear. Sería un poco como en la regulación de una pantalla de televisión cuyas intensidad hicieran surgir lo que escapa al poder de definición objetivo. Es como decir que el pensamiento, hasta bajo la forma que toma activamente en la ciencia, no depende de un cerebro hecho de conexiones y de integraciones orgánicas: según la fenomenología, dependería de las relaciones del hombre con el mundo, con las que el cerebro concuerda necesariamente porque procede de ellas, como las excitaciones proceden del mundo y las reacciones del hombre, incluso en sus incertidumbres y sus flaquezas. "El hombre piensa y no el cerebro"; pero este movimiento ascendente de la fenomenología que supera el cerebro hacia un Ser en el mundo, bajo una crítica doble del mecanismo y el dinamismo, no nos saca de la esfera de las opiniones, sólo nos lleva a una Urdoxa planteada como opinión originaria o sentido de los sentidos. ¿No se situará el punto de inflexión en otro lugar, allí donde el cerebro es "sujeto", se vuelve sujeto? El cerebro es el que piensa y no el hombre, sigue siendo el hombre únicamente una cristalización cerebral. Se hablará del cerebro como Cézanne del paisaje: el hombre ausente, pero todo él dentro del cerebro...

La filosofía, el arte, la ciencia no son los objetos mentales de un cerebro objetivado, sino los tres aspectos bajo los cuales el cerebro se vuelve sujeto, Pensamiento-cerebro, los tres planos, las balsas con las que se sumerge en el caos y se enfrenta a él. ¿Cuáles son los caracteres de este cerebro que ya no se define por unas conexiones y unas integraciones secundarias? No es un cerebro detrás del cerebro, sino primero un estado de sobrevuelo sin distancia, a ras de suelo, autosobrevuelo al que ninguna sima, ningún pliegue ni hiato se le escapa. Es una "forma verdadera" primaria, como la definía Ruyer: no una Gestalt ni una forma percibida, sino una forma en sí que no remite a ningún punto de vista exterior, como tampoco la retina o el área estriada del córtex remite a otra, una forma consistente absoluta que se sobrevuela independientemente de cualquier dimensión suplementaria, que por lo tanto no exige ninguna trascendencia, que sólo tiene un lado independientemente del número de sus dimensiones, que permanece copresente a todas sus determinaciones sin proximidad ni alejamiento, que las recorre a velocidad infinita, sin velocidad límite, y que hace de ellas otras tantas variaciones inseparables a las que confiere una equipotencialidad sin confusión. Hemos visto que ése era el estatuto del concepto como mero acontecimiento o realidad de lo virtual. Y sin duda los conceptos no se reducen a un único y mismo cerebro, puesto que cada uno de ellos constituye un "dominio de sobrevuelo", y los pasos de un concepto a otro permanecen irreductibles mientras un nuevo concepto no vuelva necesaria a su vez la copresencia o la equipotencialidad de las determinaciones. Tampoco se puede decir que todo concepto es un cerebro. pero el cerebro, bajo este primer aspecto de forma absoluta, se presenta en efecto como la facultad de los conceptos, es decir como la facultad de su creación, al mismo tiempo que establece el plano de inmanencia en el que los conceptos se sitúan, se desplazan, cambian de orden y de relaciones, se renuevan y se crean sin cesar.

El cerebro es el espíritu mismo. Al mismo tiempo que el cerebro se vuelve sujeto, o mejor dicho "superjeto" de acuerdo con el término de Whitehead, el concepto se vuelve el objeto en tanto que creado, el acontecimiento o la propia creación, y la filosofía, el plano de inmanencia que sustenta los conceptos y que el cerebro traza. Así pues, los movimientos cerebrales engendran personajes conceptuales.Es el cerebro quien dice Yo, pero Yo es otro. NO es el mismo cerebro que el de las conexiones e integraciones segundas, aun cuando no haya trascendencia. Y este Yo no sólo es el "yo concibo" del cerebro como filosofía, también es el "yo siento" del cerebro como arte. La sensación no es menos cerebro que el concepto. Si se consideran las conexiones nerviosas excitación-reacción y las integraciones cerebrales percepción-acción, no nos preguntaremos en qué momento del camino ni en que nivel aparece la sensación, pues ésta está supuesta y se mantiene alejada. El alejamiento no es lo contrario del sobrevuelo, sino un correlato. La sensación es la propia excitación, no en tanto que ésta se prolonga progresivamente y pasa a la reacción, sino en tanto que se conserva a sí misma o conserva sus vibraciones. La sensación contrae las vibraciones de lo excitante en una superficie nerviosa o en un volumen cerebral: la anterior no ha desaparecido aún cuando aparece la siguiente. Es su forma de responder al caos. La propia sensación vibra porque contrae vibraciones: es Monumento. Resuena porque hace resonar sus armónicos. La sensación es la vibración contraída, que se ha vuelto calidad, variedad. Por este motivo se llama en esta caso al cerebro-sujeto alma o fuerza, puesto que únicamente el alma conserva contrayendo lo que la materia disipa, o irradia, hace avanzar, refleja o refracta o convierte. Así pues, buscaremos en vano la sensación mientras nos limitemos a unas reacciones y a las excitación que éstas prolongan, a unas acciones y a las percepciones que éstas reflejan: y es que el alma (o mejor dicho la fuerza), como decía Leibniz, no hace nada o no actúa, sino que únicamente está presente, conserva; la contracción no es una acción, sino una pasión pura, una contemplación que conserva lo que precede en lo que sigue. Por lo tanto la sensación se sitúa en otro plano que los mecanismos, los dinamismos y las finalidades: es un plano de composición en el que la sensación se forma contrayendo lo que la compone, y componiéndose con otras sensaciones que contrae a su vez. La sensación es contemplación pura, pues es por contemplación como uno contrae, en la contemplación de uno mismo a medida que se contemplan los elementos de los que se procede. Contemplar es crear, misterio de la creación pasiva, sensación. La sensación llena el plano de composición, y se llena de sí misma llenándose de lo que contempla: es "enjoyment", y "self-enjoyment". Es un sujeto, o más bien un injeto. Plotino podía definir todas las cosas como contemplaciones, no sólo los hombres y los animales, sino las plantas, la tierra y las rocas. No son Ideas lo que contemplamos por concepto, sino elementos de la materia, por sensación. La planta contempla contrayendo los elementos de los que procede, la luz, el carbono y las sales, y se llena ella misma de colores y de olores que califican cada vez su variedad, su composición: es sensación en sí. Como si las flores se sintieran a sí mismas sintiendo lo que las compone, intentos de visión o de olfato primeros, antes de ser percibidos o incluso sentidos por un agente nervioso y cerebrado.Las rocas y las plantas carecen por supuesto de sistema nervioso. Pero si las conexiones nerviosas y las integraciones cerebrales suponen una fuerza-cerebro como facultad de sentir co-existente a los tejidos, resulta verosímil suponer también una facultad de sentir que coexiste con los tejidos embrionarios, y que se presenta en la Especie como cerebro colectivo; o con los tejidos vegetales en las "especies menores". Y las propias afinidades químicas y causalidades físicas remiten a unas fuerzas primarias capaces de conservar sus largas cadenas contrayendo sus elementos y haciéndolos resonar: la más mínima causalidad permanece inintelegible sin esta instancia subjetiva. Todo organismo no es cerebrado, y toda vida no es orgánica, pero hay en todo unas fuerzas que constituyen unos microcerebros, o una vida inorgánica de las cosas. Si la espléndida hipótesis de un sistema nervioso de la Tierra no resulta imprescindible, como para Fechner o Connan Doyle, es porque la fuerza de contraer o de conservar, es decir de sentir, sólo se presenta como un cerebro global en relación con unos elementos directamente contraídos y con un modo de contracción determinados que difieren según los ámbitos y constituyen precisamente unas variedades irreductibles. Pero, a fin de cuentas, son los mismos elementos últimos y la misma fuerza algo alejada los que constituyen un único plano de composición que sustenta todas las variedades del Universo. El vitalismo siempre ha tenido dos interpretaciones posibles: la de una Idea que actúa, pero que no es, que por lo tanto sólo actúa desde el punto de vista de un conocimiento cerebral exterior (de Kant a Claude Bernard); o la de una fuerza que es pero que no actúa, que por lo tanto es un mero Sentir interno (de Leibniz a Ruyer). Si nos parece que la segunda interpretación es la que se impone, es porque la contracción que conserva siempre está descolgada con respecto a la acción o incluso al movimiento, y se presenta como una mera contemplación sin conocimiento, lo cual resulta manifiesto hasta en el campo cerebral por excelencia, el del aprendizaje o de la formación de las costumbres: a pesar de que todo parece que ocurre en conexiones de integraciones progresivamente activas, de una prueba a la siguiente es necesario, como demostraba Hume, que las pruebas o los casos, las ocurrencias, se contraigan en una "imaginación" contemplante, mientras permanecen diferenciados tanto con respecto a las acciones como con respecto al conocimiento; e incluso cuando se es una rata, es por contemplación como se "contrae" una costumbre. Todavía queda por descubrir, por debajo del ruido de las acciones, esas sensaciones creadoras interiores o esas contemplaciones silenciosas que abogan por un cerebro.Estos dos primeros aspectos o estratos del cerebro-sujeto, tanto la sensación como el concepto, son muy frágiles. No sólo desconexiones y desintegraciones objetivas, sino una fatiga inmensa hacen que las sensaciones, una vez se han vuelto pastosas, dejen escapar los elementos y las vibraciones que cada vez les cuesta más y más contraer. La vejez es esta fatiga misma: entonces, o bien es una caída en el caos mental, fuera del plano de composición, o bien es un repliegue sobre opiniones establecidas, tópicos que ponen de manifiesto que un artista ya no tiene nada más que decir, puesto que ya no es capaz de crear sensaciones nuevas, que ya no sabe como conservar, contemplar, contraer.

El caso de la filosofía es ligeramente diferente, a pesar de que dependa de una fatiga similar; en este caso, incapaz de mantenerse en el plano de inmanencia, el pensamiento fatigado ya no puede soportar las velocidades infinitas del tercer género que miden, como lo haría un torbellino, la copresencia del concepto en todos sus componentes intensivos a la vez (consistencia); el pensamiento es remitido a las velocidades relativas que sólo se refieren a la sucesión del movimiento de un punto a otro, de un componente extensivo a otro, de una idea a otra, y que miden meras asociaciones sin poder reconstituir el concepto. Y sin duda puede suceder que estas velocidades relativas sean muy grandes, hasta el punto de que simulan lo absoluto; sólo son sin embargo variables de opinión, de discusión o de "réplicas ocurrentes", como suele suceder entre los jóvenes infatigables cuya rapidez de espíritu se alaba, pero también entre los ancianos cansados que prosiguen opiniones desaceleradas y mantienen discusiones que no llevan a ninguna parte hablando a solas en el interior de sus cabezas vaciadas como un remoto recuerdo de sus antiguos conceptos a los que todavía se agarran para no volver a sumergirse totalmente en el caos.Sin duda las causalidades, las asociaciones, las integraciones nos inspiran opiniones y creencias, como dice Hume, que son formas de esperar y de reconocer algo ("objetos mentales" incluidos): va a llover, el agua va a hervir, es el camino más corto, es la misma figura bajo otro aspecto... Pero, pese a que semejantes opiniones se cuelen a veces entre las proposiciones científicas, no forman parte de ellas, y la ciencia somete estos procesos a operaciones de otra naturaleza que constituyen una actividad de conocer, y remiten a una facultad de conocimiento como tercer estrato de un cerebro-sujeto, no menos creador que los otros dos. El conocimiento no es una forma, ni una fuerza, sino una función: "yo funciono". El sujeto se presenta ahora como un "ejeto", porque extrae unos elementos cuya característica principal es la distinción, el discernimiento: límites, constantes, variables, funciones, todos estos functores o prospectos que forman los términos de la proposición científica. Las proyecciones geométricas, las sustituciones y transformaciones algebraicas no consisten en reconocer algo a través de las variaciones, sino en distinguir unas variables y unas constantes, o en discernir progresivamente los términos que tienden hacia unos límites sucesivos. Del mismo modo, cuando se asigna una constante en una operación científica, no se trata de contraer unos casos o unos momentos en una misma contemplación, sino de establecer una relación necesaria entre factores que permanecen independientes. En este sentido, los actos fundamentales de la facultad científica de conocer nos han parecido que son los siguientes: establecer unos límites que marquen una renuncia a las velocidades infinitas, y que tracen un plano de referencia; asignar unas variables que se organicen en series que tiendan hacia esos límites; coordinar las variables independientes de forma que establezcan entre ellas o sus límites unas relaciones necesarias de las que dependen unas funciones distintas, siendo el plano de referencia una coordinación en acto; determinar las mezclas o estados de cosas que se refieren a las coordenadas, y a los que las funciones se refieren. No basta con decir que estas operaciones del conocimiento científico son funciones del cerebro; las propias funciones son los pliegues de un cerebro que traza las coordenadas variables de un plano de conocimiento (referencia) y que envía a todas partes a observadores parciales.Hay todavía otra operación que pone de manifiesto precisamente la persistencia del caos, no sólo alrededor del plano de referencia o de coordinación, sino en los rodeos de su superficie variable que siempre se vuelve a poner en juego. Se trata de las operaciones de bifurcación y de individuación: Si los estados de cosas están sometidos a ellas es porque son inseperables de potenciales que toman del propio caos, y a los que no actualizan sin correr el riesgo de resultar dislocados o sumergidos. Corresponde por lo tanto a la ciencia poner de manifiesto el caos en el que el propio cerebro se sumerge como sujeto de conocimiento. El cerebro constituye sin cesar límites que determinan funciones de variables en unas áreas particularmente extensas; las relaciones entre estas variables (conexiones) presentan un carácter aún más incierto y aventurado, no sólo en las sinapsis eléctricas que evidencian un caos estadístico, sino en las sinapsis químicas que remiten a un caos determinista. Hay menos centros cerebrales que puntos, concentrados en un área, diseminados en otra; y "osciladores", moléculas oscilantes que pasan de un punto a otro. Hasta en un modelo lineal como el de los reflejos condicionados, Erwin Strauss mostraba que lo esencial era comprender los intermediarios, los hiatos y los vacíos. Los panoramas arborificados del cerebro dejan paso a figuras rizomáticas, sistemas acentrados, redes de autómatas finitos, estados caoideos. Este caos queda sin duda oculto por el reforzamiento de los flujos generadores de opinión, bajo la acción de las costumbres o de los modelos de recognición; pero se volverá aún más sensible si se toman en consideración por el contrario procesos creadores y las bifurcaciones que éstos implican. Y la individuación en el estado de cosas cerebral, es tanto más funcional cuanto que sus variables no son sus propias células, ya que estas mueren incesantemente sin renovarse, convirtiendo el cerebro en un conjunto de pequeños muertos que introducen en nosotros la muerte incesante. Remite a un potencial que se actualiza sin duda en las vinculaciones determinables que resultan de las percepciones, pero más aún en el efecto libre que varía según la creación de los conceptos, de las sensaciones o de las propias funciones.Los tres planos son irreductibles con sus elementos: plano de inmanencia de la filosofía, plano de composición del arte, plano de referencia o de coordinación de la ciencia; forma del concepto, fuerza de la sensación, función del conocimiento; conceptos y personajes conceptuales, sensaciones y figuras estéticas, funciones y observadores parciales. Para cada plano se plantean problemas análogos: ¿en qué sentido y cómo el plano, en cada caso, es uno o múltiple, qué unidad, qué multiplicidad?. Pero todavía más importantes nos parecen ahora los problemas de interferencia entre planos que se juntan en el cerebro. Un primer tipo de interferencia surge cuando un filósofo trata de crear el concepto de una sensación, o de una función (por ejemplo un concepto propio del espacio riemanniano, o un número irracional...); o bien un científico, unas funciones de sensaciones, como Fechner o en las teorías del color o del sonido, e incluso unas funciones de conceptos, como muestra Lautman para las matemáticas en tanto que éstas actualizarían unos conceptos virtuales; o bien cuando un artista crea meras sensaciones de conceptos, o de funciones, como se ve en las variedades de arte abstracto o en Klee. La regla en todos estos casos es que la disciplina que interfiere debe proceder con sus propios medios. Por ejemplo, cuando se habla de la belleza intrínseca de una figura geométrica, de una operación o de una demostración, pero esta belleza carece de todo elemento estético mientras se la defina con criterios tomados de la ciencia, tales como proporción, simetría, disimetría, proyección, tranformación: eso es lo que demostró Kant con tanta fuerza. Es necesario que la función sea aprehendida en una sensación que le confiera unos perceptos y unos afectos compuestos exclusivamente por el arte, en un plano de creación específica que la sustraiga a toda referencia (el cruce de las líneas negras o las capas de color en los ángulos rectos de Mondrian; o bien la aproximación al caos por sensación de atractores extraños de Noland o de Shirley Jaffe).Son por lo tanto interferencias extrínsecas, porque cada disciplina se mantiene en su propio plano y emplea sus elementos propios. Pero un segundo tipo de interferencia es intrínseco cuando unos conceptos y unos personajes conceptuales parecen salir de un plano de inmanencia que les correspondería, para meterse en otro plano entre las funciones y los observadores parciales, o entre las sensaciones y las figuras estéticas, y de igual modo en los demás casos. Estos deslizamientos son tan sutiles como el de Zaratustra en la filosofía de Nietszche o el de Igitur en la poesía de Mallarmé, que nos encontramos en unos planos complejos difíciles de calificar. A su vez los observadores parciales introducen en la ciencia unos sensibilia que están a veces muy cerca de las figuras estéticas en un plano mixto.También hay, por último, en las interferencias ilocalizables. Y es que cada disciplina distinta está a su manera relacionada con un negativo: hasta la ciencia está relacionada con una no ciencia que le devuelve sus efectos. No sólo se trata de decir que el arte debe formarnos, despertarnos, enseñarnos a sentir, a nosotros que no somos artistas, y la filosofía enseñarnos a concebir, y la ciencia a conocer. Semejantes pedagogías sólo son posibles si cada una de las disciplinas por su cuenta está en una relación esencial con el No que la concierne. El plano de la filosofía es prefilosófico mientras se lo considere en sí mismo, independientemente de los conceptos que acabarán ocupándolo, pero la no filosofía se encuentra allí donde el plano afronta el caos. La filosofía necesita una no filosofía que la comprenda, necesita una comprensión no filosófica, como el arte necesita un no arte, y la ciencia una no ciencia. No lo necesitan como principio, ni como fin en el que estarían destinados a desaparecer al realizarse, sino a cada instante de su devenir y de su desarrollo. Ahora bien, si los tras No se distinguen todavía respecto a un plano cerebral, ya no se distinguen respecto al caos en el que el cerebro se sumerge. En esta inmersión, diríase que emerge del caos la sombra del "pueblo venidero", tal y como el arte lo reivindica, pero también la filosofía y la ciencia: pueblo-masa, pueblo-mundo, pueblo-cerebro, pueblo-caos. Pensamiento no pensante que yace en los tres, como el concepto no conceptual de Klee o el silencio interior de Kandinsky. Ahí es donde los conceptos, las sensaciones, las funciones se vuelven indiscernibles, al mismo tiempo que la filosofía, el arte y la ciencia indiscernibles, como si compartieran la misma sombra, que se extiende a través de su naturaleza diferente y les acompaña siempre.